Mezcle las dos harinas en un bol con la levadura.
Por separado, mezcle la leche de avena con el agua y el azúcar hasta que este último se haya disuelto.
Añada el líquido a las harinas trabajando la mezcla con un mezclador. Si lo hace a mano, coloque las harinas en un tazón grande y forme una cavidad en el centro donde se verterá el líquido, y luego incorpore con las manos y amase hasta que la harina haya absorbido todo el líquido.
Añada el aceite y la sal y amase la mezcla hasta obtener una mezcla elástica y suave. Trasládela a una superficie de trabajo ligeramente enharinada y amásela brevemente hasta formar una bola lisa.
Colóquela en un recipiente grande ligeramente barnizado con aceite, cúbrala con una película de plástico y déjela crecer en un lugar cálido durante aproximadamente 2 horas.
Recupere la masa y divídala en trozos de unos 80 a 100 g y forme bolitas con ella. Dispóngalas en una bandeja para horno cubierta con papel de pergamino, cúbralas con un paño limpio y deje que suban durante unos 20 minutos.
Aplaste ligeramente los panecillos con los dedos y deje que suban de nuevo, siempre cubiertas, hasta que abulten el doble (unos 40 minutos).
Con la punta de los dedos, presione la superficie de los panecillos formando pequeñas cavidades. Embadurne con una gran cantidad de aceite y espolvoree flor de sal. Añada, presionando ligeramente, algunas aceitunas en las pequeñas cavidades y termine con una pizca de romero picado.
Hornee en el horno precalentado a 180 °C durante unos 15 minutos o hasta que estén dorados.
Retire del horno, deje enfriar y sirva. Son excelentes tanto calientes como fríos y son perfectos para rellenarlos al gusto.